sábado, 28 de abril de 2012

El riesgo de la Ayuda Humanitaria; chequeras y comunidades

Lo que suele llamarse “ayuda humanitaria” pareciera que fuera algo a lo que la víctima no debería negarse. Expone a quien lo hace a ser tildada de autosuficiente, cuando no arrogante.  Y cuando la que va a recibir la tal ayuda mira con extrañeza un paquete de pastas y una talega de arroz, corre el riesgo de quedar como desagradecida. El tamaño de las botas que les ofrecieron a las comunidades Nasa de Tierradentro en la avalancha del 2008 parece hoy caricatura en el relato de la gente que la sufrió. La ayuda humanitaria digo.

Lo humanitario pareciera que estuviera encubierto de cierto halito de sacralidad. La humanización del conflicto, por ejemplo, parece un pedido de última instancia de quien ya renunció a la posibilidad del cese de hostilidades.

Lo humano es una dimensión a alcanzar según el parecer de quien ofrece la ayuda o a criterio de las entidades de socorro que intermedian, incluso como lo considera el funcionario de turno. Lo que hay más allá de lo humano, la dimensión territorial misma, el espíritu de la naturaleza y el sentir del pueblo quedan subsumidos como referencia de segundo plano en la tal humanización. Estos humanos que imagina la “ayuda humanitaria” al parecer comen arroz y pastas,  miden no menos de 1,80 y calzan 44. Estos humanos que reciben la ayuda al parecer no viven en comunidad, no producen alimentos, ni tienen recursos colectivos tradicionales y de Ley que los amparen. La imagen de víctima se sobrepone a la de hermanitos menores y la tal Ayuda Humanitaria asume al otro, al que la recibe, como un mendigo.

La tal Ayuda, ni ayuda a que el caído se levante, ni repara físicamente o espiritualmente a la víctima. Ni siquiera llega al estatuto de la caridad, esa que mueve la fe a restaurar las almas.

Entre los comuneros y las Autoridades de los Cabildos de la Asociación Nasa Çxhâçxha se dice con gracia que “cada avalancha trae su chequera”, y mirado bien trae su funcionario, programa e institución. En la tradición la avalancha los trajo a ellos y ahora trae prosperidad a la instituciones de ayuda, que con lo humanitario parecieran conceptualmente inalcanzables por la pureza de sus ideales.

martes, 3 de abril de 2012

CHAMAN QUE PARA LAS LLUVIAS; instantánea familiar


Tomado de http://primicia.co/wp-content/uploads/2012/01/chama.jpg
 A mi mamá le gustaba sacar la matas al patio cuando quería que lloviera. Y las entraba, por supuesto, para que dejara de llover. Me lo dijo con convicción el día que la ví en esa tarea: hago llover!. Ese día nos divertimos mucho, pensando en los riesgos en los que estaría el mundo si ella fuera la que definiera el rumbo de las lluvias.
Acordamos que lo mejor era que nadie se enterara, por lo menos antes de su partida. Se nos volvería un problema. Platica dijo mi madre, colas en la casa mamá! Le dije. ¿Y no será que después sumercé no se mete en problemas con toda esa gente que pelea allá afuera? Salió riendo hacia la cocina y volvió con una cuchara de palo. Y ahora qué? A recoger el agua si se me pasa la mano! Mamá  está llamando el HIMAT!
Nos sentamos un rato a reirnos todas. Alguna dijo: Hay madre, menos mal dejaste de leer el tabaco!