viernes, 25 de marzo de 2011

CLIMA DE LA ÉPOCA


... pa entender el contexto de la emergencia de la Vox Populi marzo 2011

AL Cabildo Universitario de UNIVALLE

El nuevo Mundo es la cuna del demonio, se escuchaba en lo púlpitos y entre las gentes de los puertos de donde los barcos partían a y llegaban de Las Américas[1]. Para comprender el clima de la época imaginemos a un desprevenido habitante de la ciudad de hoy, ¿qué imagina cuando le mencionan el Demonio? demonio le podría resonar “paraíso moral” donde todo se puede, hasta andar desnudos o casi! o la Libia de Cavafi con Caciques haciendo sacrificios humanos, quizá Somalia o el barrio EL Calvario de Cali asumidos como territorios “sin dios ni ley”, donde impera “la ley de la Jungla”, “la ley del más fuerte”, sacrificios humanos… Toda esta tropa de imágenes rezuman en Pecado… Imaginar aquí el letrero iluminado estilo Cabaret… y cuando aparece esa palabra mágica en el pensamiento, Pecado, como Ábrete Sésamo, la sarta de pecados desfila en formatos escénicos de pornografías, asesinatos, catástrofes como castigos, desamparo, sacrificios humanos…el sentimiento se desplaza a las zonas de rechazo, condena, precaución o alejamiento, de cualquier forma a la negación mientras resuena sacrificios humanos. Por supuesto todo esto no es considerado ilusión y menos aún Utopía. Aquí no hay un mecanismo que opere como freno o siquiera como alerta. El camino está expedito para los sentimientos más extremos. Allí la humanidad de los otros se subsume en la animalidad o la Maldad. Los más piadosos tratan de socorrerlos material y espiritualmente. Evangelizan.

El nuevo Mundo es el paraíso, se escuchaba en los bares y los prostíbulos de esos mismos puertos por donde desembarcaba oro y plata en cantidades suficientes como para creer en “ríos de leche y miel”. Esa imagen impresionó tanto o más en las Academias donde resonó hasta Utopía o Comunismo con las historias de los peregrinos[2]. Cerca de estos rumores de viajeros y peregrinos y palabras de Academias devenidas en cultura, algunas vamos al Carnaval del Diablo e imaginamos síntesis de rituales antiguos en los que se rendía culto venerable a la Madre Tierra, al Taita Sol, a la Mama Luna… culto venerable es decir fervor espiritual hasta la convicción de habitar un COSMOS, una totalidad incólume a la que se rinden “pagamentos”, ofrendas, retribuciones o retorno de favores, rezumado en sentencias tipo “Lo que le hagamos a la Tierra, nos lo hacemos a nosotros mismos”, o “Todos somos familia”. Tan utópico parece esto último que el paraíso perdido, que nunca se ha ido, advierte que NO HAY PASO, que de ahí en adelante es solo ilusión… Baste trabajar con ellos hoy, comprometerse en algún proyecto con estos pueblos originarios y sus descendientes contemporáneos para darse cuenta de lo mundano de sus experiencias, de la tranquilidad de su estar, de su paciencia infinita que de lejos parece como resignación, de las tensiones y contradicciones, de creencias tan exóticas como considerar cantos para sanar y sabidurías tan humildes como llamar a la tierra Virgen María… juntar todo eso en un sentimiento y “santo remedio” abandona una toda pretensión ilusoria por más edificante o aleccionadora que pueda sonar o parecer. Celebramos.

Lo que ocurre es que nuestros sentimientos rondan el Cosmos hegemonizado por el llamado “modelo occidental”… Allí resuena la Vox Dei de un Dios histórico que dicen sus intérpretes y textos sagrados pretende Reinar sobre el mundo y califica a los Otros como Falsos y sus creencias Supercherías. El furioso dios del sentido común descrito en el Antiguo Testamento que manda a quemar aquellos pueblos o ciudades que no lo aceptaran…

El triunfo del llamado en la Academia “modelo occidental” es un hecho y eso se nota a lo lejos con las reacciones “realistas” ante los enunciados “utópicos”, sin reparar en que Utopía es una palabra que significa ilusión pero también distancia entre lo vivido y lo imaginado, una distancia tal que las pretensiones habitan los terrenos de los imposibles, precisamente de los sueños; se nota su hegemonía como modelo incluso con la Utopía como horizonte de camino con que se les contesta a los “realistas”, pues reedita el carácter irreal de la imagen proyectada, invita a estar alertas pero también concluye que eso nunca ha existido y quien sabe si exista alguna vez, pero que lo importante es que ayuda a caminar. La utopía se instala cuando visionamos un futuro y lo consideramos ilusorio, de cualquier manera ilusorio desde lo inverosímil de sus relaciones hasta sus posibilidades materiales de existencia, en todo caso pertenece a lo irreal. En la otra esquina los “realistas” se aferran a un presente sin horizonte y se empobrecen hasta la anomia. Creer no pasa por estas discusiones y pretensiones de caracterización de las ideas. Menos Tener Fe, como se entendía en lo antiguo: conocimiento con convicción plena.

Este triunfo parece un hecho consumado que sufre hoy de esclerosis y decaimiento, de enormes dudas y mucho sufrimiento y angustia con ocasión de los eventos recientes en Japón. El avance a tientas hacia nuevas posibilidades sigue amenazado por las voces Doctas y los espíritus sencillos que aquí y allá coquetean a veces con la mezcla cultural sin atreverse del todo por aquello de los riesgos idealizantes, descontextualizados, caricaturescos o marginales, o a veces se casan con la hegemonía del sentido común representada en sentencias, discriminaciones, iconografías y hasta reglamentaciones. Los símbolos y los sentimientos en este encarrilamiento vierten hacia la sentencia Utópica o el Rechazo, sin que el camino a través muestre sus balizas.

Un camino a través podría encontrarse con la delimitación de lo propio en un juego imaginativo y factual, que comprenda que la experiencia contemporánea nos liga a una identidad global que no agota las posibilidades de otras identidades[3], que tenga dos sencillas reglas:

1. que asuma la multiplicidad dimensional de las tribus contemporáneas, tribus nuevas o viejas, urbanas o rurales, mestizas u originarias, donde lo propio no significa por sí algo tan trascendente como para negar legitimidad de lo extraño.

2. que reconozca la necesidad vital del ser humano de tener aspiraciones trascendentes, incluida alguna idea de lo divino, así sea para concluir que esa divina dimensión coincide con la Nada.


[1] DELEMEAU, Jean. El miedo en Occidente. Trad. Mauro Armiño. Madrid, Santillana, 2002. 655 pp

[2] Utopia de Tomas Moro se publicó hacia 1516, muy próxima al genial Elogio de la Estulticia de Erasmo (publicada en 1511). Desde entonces y hasta la mitad del siglo 19 (1850 y al rededores) pasaron casi 250 años hasta que la crítica utópica de Marx al Socialismo utópico rompió el velo, lo destrozó sería más preciso decir, instalando el racional Cosmos llamado Comunismo (Sus creyentes se dicen Comunistas, su “biblia” El Capital y su “iglesia” la organización revolucionaria, creen en la “violencia revolucionaria” como vía para la redención y ante la ausencia de dioses ese vacío lo llena a veces el Partido, a veces el Caudillo, a veces el Programa y tantas veces algún cristo en versiones contemporáneas – Che, Camilo, Sandino…-)

[3] “en este mundo múltiple significa experimentar la libertad como oscilación continua entre la pertenencia y extrañamiento. Pp. 86. VATTIMO, Gianni. VATTIMO, Gianni. La sociedad transparente. Trad. Teresa Oñate. Barcelona, Paidós, 1990. 172 pp

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