
Al cabo de un tiempo se hizo una evaluación de la presencia de onças en la región y no se encontró ninguna. La sorpresa fue mayúscula. Un nuevo estudio se emprendió para reconocer qué había sucedido.
El resultado del estudio mostró que se desencadenó una “retroacción negativa” sobre la población animal de la zona, pues uno de los factores de su funcionamiento había desaparecido: la cacería de la onças. Efectivamente los indicios apuntaban a concluir que al dejar de ser cazadas por la comunidad su población creció y agotó todas las fuentes de alimento que disponían. Al agotarse su fuente de alimento las onças buscaron otra zona donde mantenerse.
(Comunicado por Larissa Acosta)
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