martes, 3 de enero de 2012

NOTAS DE HOSPITAL


Tomado de: http://bit.ly/tEqdo1
En el hospital leyendo a Sándor Márai y esperando a que el grupo médico pase revista a mi hermano convaleciente.

El profesor y las estudiantes rodean la cama del enfermo. Hablan sobre su situación. Calculan probabilidades. Como en la película de Pach Adams, el paciente no tiene nombre. Y si además padece esquizofrenia, entonces no tiene la razón.

Este cuadro de tan repetido parece lugar común. La deshumanización de la práctica médica es un disco rayado. Disco rayado, obsolescencia lingüística de la época de los discos de acetato: dícese de lo que se repite y se repite sin noria que lo salve. Si atendemos el caso entonces abría que redefinir la medicina en sus principios Hipocráticos, un recitación que dicen en los primeros años de formación. Quizá el día del grado. Una oración para unos cuantos que son tan escasos como los actos heroicos.

En nuestra comarca –como mínimo-, la práctica médica por pura estadística es un oficio que trata enfermedades no personas. Y con la Ley 100 se convirtió en algo así como “la explotación comercial de la agonía” que menciona S. Márai en sus Diarios 1984-1989.

Me asomo a la habitación y veo que los cuadernos de una estudiante están sobre los pies del paciente. Afortunadamente el paciente se ha dormido, así la estudiante no corre el riesgo de dejar de tomar notas tan cómodamente como ahora que mira sin pestañear a su profesor.

Comprendo la frase que acabo de leer de S. Márai: “La gran prueba de la vida no es la muerte sino el morir”

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