lunes, 23 de mayo de 2011

EL REGALO


La niña llegó al lado del acantilado donde las olas rompían con furor. Frente al acantilado soltó algunas lágrimas pues se sentía ignorante ante muchas de las cosas que le sucedían. En particular le preocupaba tener sueños de catástrofes en los que todo el mundo estaba preparado y solo ella parecía no darse cuenta. Se preguntaba si acaso alguien podía ayudarla.

Al caer la primera lágrima en el mar agitado, estas formaron un diminuto remolino que liberó un genio atrapado entre dos cristales que formaban las olas contra la roca. Como flotando sobre las aguas el genio se le presentó y le dijo: “Querida princesa, en premio por haberme liberado, te puedo conceder un deseo y solo uno”, advirtiéndole que fuera muy cuidadosa en escoger, porque a diferencia de los cuentos de las mil y una noches, que narran hechos ocurridos hace milenios en las tierras de Aladín, ahora ellos, los genios, habían aprendido las artes argumentativas de los modernos. Eran mucho más meticulosos y traviesos en el cumplimiento de estos mandatos. Ella… más reposada, aunque insegura ante semejante genio tan parlanchin, le dijo que no era princesa, sino solo una niña.

En un largo silencio repasó en su corazón y ante las imposibilidades que le presentó el genio, no encontró más que pedir por favor que le enseñara a amarse. El genio quedó sorprendido de pedido tan sabio. Le comentó que la última vez que había oído un pedido de tal nivel fue a un viejito argentino cuentero de infinitos –muy querido por las musas y los genios-, al que se le había concedido serenidad, “nos regaló muchos cuentos que hoy saboreamos como manjares exquisitos cada que vez que tienen reunión de cuenteros”, le dijo.

La niña muy sorprendida, comenzaba a sentir mucho miedo pues el genio no desaparecía y le parecía que por momentos se transformaba en un peligroso dragón de fuego. Pero también con mucha alegría porque iba a cumplirle su deseo. Pues si de algo estaba segura era que los genios estaban obligados a cumplirlos después de haberlos ofrecido. El genio iba a emprender otra perorata, cuando ella le dijo que por favor le diera su regalo pues ella no dejaba de estar asustada ante su presencia.

El genio sacudió la cabeza como quitándose serpentinas y le pidió que se alejara de allí, para poder entregarle lo que pedía, pues en casos de tanta trascendencia la agitación del conjuro podía ponerla en peligro al borde del acantilado. “Te he de advertir que estos deseos, a diferencia de antes, solo se cumplen con el tiempo y con mucha paciencia, lo que pasa es que parece que no da muy buenos resultados entregarlos de una vez porque muchos se han quedado paralizados ante cambios tan bruscos en sus vidas”. La niña se dio vuelta y vio su casa. Caminó hasta ella y se recostó mirando el cielo. Le parecía que las nubes flotaban sin rumbo. Soltó algunas lágrimas, aún asustada por tan extraña aparición.

Cuando volvió a ver hacia el cielo…de sus párpados brotaban pececitos de colores que subieron flotando hasta confundirse con las nubes. Ella en un gesto de sorpresa al ver otra vez al genio, rompió los peces en dos mitades y entonces el genio volvió a pegar los pececitos confundiendo los colores. Algunos pececitos buscaban aún su otra mitad pero otros se sentían a gusto con el cambio. El genio seguía allí, así que ella dejó caer los peces insistiendo que por favor se fuera.

La niña cerró los ojos y se acurrucó en posición fetal, “vete, vete –le decía- solo quiero mi regalo y nada más”. En ese momento llegó su madre y le preguntó que porque estaba ovillada así en el suelo. La niña asustada pero más tranquila le contó que acababa de tener un sueño extraño, pero que ya había pasado.

La madre entró en casa y le dijo que la esperaba.

El genio había desaparecido.

Solo quedaban los peces de colores, danzando por siempre en un cielo que ella veía solo cuando todo estaba en silencio.

De JERV para I. la niña que inspiró este cuento.

Imagen tomada de:http://sombregothique.blogspot.com/2011/02/la-sombra-gotica.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario